Vengo a proponerles un sueño: una especie de torta frita de forma alargada -de ahí el origen del nombre- cubierta de chocolate derretido, manteca de maní y m&m.

IMG_9244Eso, acá, se llama Cola de castor. Y tiene variadas opciones de coberturas, más simples o más complejas, más asesinas o más (sólo en apariencia) bajas calorías.

Es una de las delicias que se pueden comer por estos pagos, como el crepe de nutella y banana con baño de chocolate o el helado, tipo McFlurry, pero con galletas de chocolate y Kit Kat, y platos salados que no vienen al caso.

Claro que más allá de eso hay un mundo, o un país, con lugares increíbles. Uno de ellos es Mont Tremblant, a una hora y algo de Montreal, un pueblito insólito, colorido, pequeño, un cuento de hadas real ubicado al pie de una montaña.

Al llegar parece mentira. Y artificial: un gran predio para estacionar, un enorme cartel de bienvenida, dos calles que se unen más arriba, repleta de locales de comida, artesanías, ropa, souvenirs, todo de madera pintado de rojo, amarillo, verde, marrón, violeta, rosa, celeste, y otros colores que una mujer bien podría definir con mayor autoridad. Faltan las muñecas, porque es eso: un tremendo hogar de muñecas.

1091230_10151760374795516_1735943303_oCuando termina ese paseo hay restaurantes, cada uno con su terraza mirando a lo que sería la plaza céntrica, seca, de adoquines -como las calles-, y hoteles más rústicos o más lujosos, departamentos con balcones aterrazados, todo pintoresco. Todo.

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Y más: la montaña. Aerosillas, senderos, escaleras y una pista para karting en miniatura, atracciones para chicos -una pared para escalar, camas elásticas, otras pequeñeces- más un centro de esquí más allá, arriba de todo, listo para la época invernal.

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Esa es otra de las cualidades de la zona. No hay uno, dos o tres centros importantes de esquí. Cada montaña, cada cerro, tiene uno, más grande o más pequeño, más caro o más barato, más turístico o más familiar. Desde la ruta, desde las calles, se ven las montañas y la multitud de pinos, y también los huecos, las pistas preparadas. En invierno, esas caídas con praderas que hoy son verdes rodeadas de árboles se tiñen de blanco, y se usan para los deportes invernales sin exclusividad ni demasiado marketing.

En verano, ahora, son paseos familiares, caminatas, picnics y andares de la mano para parejas que, aparentemente, carecen de estrés.

Porque acá no parece existir el estrés.

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IMG_9014Para combatirlo en caso de que aparezca, de todas maneras, o para hacer incluso más placentera la estadía del visitante, está el parque nacional de Mont Tremblant. Una maravilla verde y ocre, árboles, plantas, lagos, montañas, piedras, senderos que en verano, ahora, es ideal para acampar, pasear, tomar sol, caminar y estar en contacto con la naturaleza, y en invierno -dicen- es un paraíso blanco con los beneficios del caso.

Hay gente que llega a pasar el día. Otra que se apresta a recorrerlo durante unos cuantos: llevan carpas o casas rodantes, acampan, o alquilan alguna cabañita para que el regocijo sea completo. A orillas del lago, la paz. El cielo celeste. Y aunque llueva, no se dejan de apreciar los colores y ese aroma a verde característico de los lugares así.

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Las recorridas, las caminatas, pueden deparar sopresas. Como ésta: el encuentro con dos animalitos simpáticos, ciervos, parientes del amigo Bambi, que no sólo estaban ahí, a unos metros, sino que ni siquiera se inmutaban por la cercanía de los cuatro turistas que daban (dábamos) pasito tras pasito para estar todavía más cerca para sacar la mejor foto.

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IMG_8938Todo eso, cerca de Montréal, que al contrario de las que la rodean es una ciudad un poco más ruidosa, con mucha gente local y de ocasión, con sus edificios gigantes y sus locales de comida rápida, y a la vez sus barrios más descansados, más europeos, las casas altas con escaleritas a la calle.

Sin embargo, nadie parece apurado. A media mañana, o al mediodía, los parques y descansos están cargados de gente, más joven o más entrada en años, en jean, pollera o short o también de traje y corbata o vestidos ajustados, descansando o comiendo algo a la sombra, o de cara al sol.

IMG_8913Como pasa en casi todo Canadá, los parques abundan, los espacios verdes abruman. Hay caminos especialmente dedicados para correr, caminar, andar en rollers o en bicicleta, y eso hacen a la mañana, a la tarde o a la noche, muchos, muchas. Y no sólo los adultos: éstos, a su vez, cargan en carritos amplios y mullidos a sus hijos. Es habitual ver hombres o mujeres en bicicleta o incluso en rollers arrastrando carros con sus hijos -y hasta mascotas- detrás, mientras los pibes miran, o juegan, o charlan entre ellos -entran dos por carro-.

La paternidad, se nota, no resta al ocio ni al disfrute: se goza con los críos a cuestas. Se pasea, se hace deporte, se sale con los chicos. Se vive, se sigue viviendo, con ellos.