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La crisis no es exclusiva propiedad de los países tercermundistas, o de las más alicaídas economías europeas. También llegó a Canadá, más específicamente a Montréal, y se demuestra en la incapacidad de las adolescentes y jóvenes muchachas para adquirir pantalones largos, completos, normales: la mayoría anda con shorts extra small, ajustados, que insinúan -y en algunos casos enseñan- traseros salientes y colorean la ciudad con tonos oscuros, pastel y unos cuantos verde, amarillo y naranja flúo.

Debe ser por ahorro, claro.

Podría titularse, sencillamente: La crisis causó dos nuevas modas.

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De Ajax a Montréal, con una parada, alrededor de cinco horas en auto.

La autopista (gratuita), no hace falta decirlo, es impecable: de dos a cuatro carriles por cada lado, nadie pisa las líneas separatorias, nadie se cruza sin poner luz de giro con antelación, nadie hace luces ni toca bocina para apurar al otro por la simple razón que el que anda más lento (lento: dícese del que «pasea» a 90 kilómetros por horava por la derecha, el que quiere ir un poco más rápido se apresura por el carril de al lado, y así hasta los que van a 120/140, que terminan en el de la izquierda.

Nadie va a más de 140, claro. No sólo porque supera la máxima, que es de 100 con tolerancia a unos cuantos más, sino porque sería osado. Y bastante bobo.

Un cartel al costado de la autopista lo explica claramente: 95 dólares de multa para el que va a 120; 160 para el que llega a los 130; 225 para el que se anime a los 140.

Y ahí termina el cartel, aunque kilómetros más adelante hay otro, en letras casi catástrofe: el que supere en 50km/h la velocidad máxima será multado con 10.000 dólares, le suspenderán la licencia por hasta dos años y le retendrán el auto, con remolque a cargo del conductor. Y eso si es tu primera vez como “delincuente”. En el legajo estatal, esa incidencia figura durante diez años. Si ocurriera otra vez, se multiplicaría todo, incluso la suspensión de la licencia: hasta una década sin poder manejar.

Ir a más de de 140 kilómetros por hora, en Canadá, es ser considerado un asesino en potencia.

Sic.

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IMG_9294Se escribe Montréal, se pronuncia MonGrReal, o algo por el estilo. En Montréal, que pertenece a la provincia de Québec, se habla francés. Sólo por esta pequeña provincia es que Canadá tiene dos lenguas oficiales -la otra, mayoritaria, es el inglés-, apenas por este cachito de espacio que quiso ser separatista pero no le dio el cuero: en un referéndum que organizó la nación para terminar con la polémica, más del cincuenta por ciento de los habitantes de Québec optó por seguir siendo canadiense, por pertenecer, por no quedarse solo con su origen galo.

Aunque están solos en esto del francés, el Estado definió que en todas las escuelas se trabaje con ambos idiomas: en la provincia de Quebéc, el principal es el francés y el inglés va como extra; en el resto del país es exactamente al revés. Por minoría que sean, todos los carteles, de una punta a la otra de Canadá, están en ambas lenguas. 

Montréal es, de alguna manera, una pequeña París. O no tan pequeña. Hay callecitas pintorescas, boulevards, peatonales, senderos parquizados, lagos, costanera, túneles, puentes, iglesias, centro y afuera. Y pueblos cercanos que, dicen, son una delicia.

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A diferencia de Ajax, Montreal es una ciudad en serio. Como Toronto, pero menos edificada hacia arriba y más hacia los costados. Tiene sus edificios enormes, sus predios gigantes con oficinas, pero a la vez su costado europeo, sus construcciones antiguas y esa lengua que hace todo más ameno, más simpático.

Más rosa.

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Desde el cuarto del hotel, piso doce de una torre de doce pisos, se ve media ciudad. Al pie, la rue das arts, una peatonal preparada para el descanso y para los espectáculos culturales, musicales. Para el arte.

Algunos fines de semana, desde las dos de la tarde hasta casi la medianoche, hay pequeños shows de magia y conciertos algo más importantes que adornan el lugar. La peatonal tiene wi fi. Gratis, claro. Y para todos y todas (?)

Comida típica: poutine. No son más que papas fritas, con una salsa hecha de una reducción de carne (puede ser de res, pollo o pato) y además queso picado encima, que se derrite de a poco. En muchos lugares también se puede pedir con alguna porción de carne, que viene arriba: es justo advertir que la que lleva confit de pato es fundamental para el desarrollo de la especie.

La gente come poutine por la calle, en los bancos, parques y escalinatas, o como única comida en los restaurantes.

También están los crepes con Nutella, magia, regalo del cielo, barrilete cósmico, de qué planeta viniste.

Tip: sepan que saben bien acompañados por banana y con chocolate derretido por encima.

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IMG_8921Como en todo este país, se practican deportes. Se corre, se camina, se anda en bicicleta, en rollers, por las calles y caminos especialmente diseñados para la ocasión. También hay béisbol y otras especialidades típicamente norteamericanas. Y algunos osados juegan y se apasionan por el soccer. Pero a la hora de buscar, desde ya, es raro, difícil, casi imposible encontrar futboleros, gente, grandes o chicos, con camisetas de equipos de fútbol. Ni siquiera se ven en los locales de ropa deportiva.

La excepción es siempre la misma, en el este y el oeste, en el norte y en el sur: se llama Lionel Messi.